sábado, 9 de febrero de 2013



El dilema de las amistades

     La decepción que surge de la amistad. Puesto que de hecho, es posible que a veces, un encuentro amistoso termine de forma repentina ante la imposibilidad de uno de los amigos de hacer frente a la tristeza.Por ejemplo, a veces sucede, que confiamos en una persona que no ha hecho lo suficiente por ganarse nuestro respeto. De hecho, existen circunstancias, en las que un amigo traiciona a otro contando algo muy íntimo de su vida a terceras personas. Este tipo de experiencias son dolorosas pero sirven sobre todo para aprender a quién podemos darnos y a quién no.


     Por otra parte, a veces, también podemos experimentar la decepción de sentir que damos más de lo que recibimos. Hasta que un día, nos hemos agotado, nos hemos desgastado de esperar que el otro nos dé el espacio que merecemos. Incluso a veces, podemos sentirnos utilizados e infravalorados. En ese caso, la decisión depende de uno mismo porque no debemos esperar que sea el otro quien nos dé valor sino que debemos ser nosotros mismos quienes tengamos la capacidad de ponernos en nuestro lugar.



     Aunque existen personas que piensan que sólo se debe luchar por amor lo cierto es que no. Una amistad verdadera también requiere de lucha, de entrega, de paciencia, de un juego de dos, de dar y recibir, pero eso sí, siempre por ambas partes. En el momento en que una persona está tirando sola de la cuerda ahí debe de darse cuenta que no tienen ningún sentido seguir apostando por alguien que mira hacia otra parte.

     La vida es muy sabia, el destino también lo es, y a veces, con el paso del tiempo alguien puede darse cuenta de que desde la soberbia no supo ver el valor que tenía un amigo verdadero. Lo importante es estar tranquilo con uno mismo.

     Amigos verdaderos se encuentran muy pocos a lo largo de la vida. De hecho, existen personas que tienen el defecto de no ser coherentes entre aquello que piensan y aquello que dicen. Llega un momento en que esa actitud puede llegar a producir frustración en el otro. Lo que está claro es que no se puede cambiar al otro, es decir, debe de ser el otro quien un día por voluntad propia se dé cuenta de las cosas y luche por un amigo. La verdad es que una amistad rota deja una herida abierta en el corazón, una herida que puede doler más que el desamor.